Y así ocurrió una
vez, que tras un día de real aburrimiento, el “ingeniero Capricho” decretó:
Está prohibido caminar. De inmediato, de cada árbol, de cada farol, de cada
balcón, se colgó un cartel que en letras rojas recordaba la ocurrente
prohibición. En poco tiempo, los habitantes de este país del que te hablaba, se
convirtieron en atléticos corredores, saltarines y nadadores. Los más osados se
desplazaban rodando, especialmente por las colinas y cuesta abajo. Los que no
le temían al ridículo se movilizaban gateando, y los más creativos, como te lo
estás imaginando vos.
Con el correr de los
años, las personas se fueron olvidando de qué debían hacer para caminar y
algunas hasta se olvidaron del significado de la palabra. Los bebés pasaban de
gatear a correr directamente. Los enamorados paseaban por el parque de la mano
y dando saltos jugaban darse piquitos en el aire. Ya ni las mascotas sabían
cómo caminar.
Hasta que un día
como cualquier otro, un muchacho, tal vez tan ingenioso y caprichoso como el
rey, tuvo tiempo libre. Ya no le quedaban antojos reales que complacer y había
concluido sus tareas diarias, y sin más ni más, se empezó a aburrir. Y, como ya
sabrás, el ocio es una invitación especial para el juego y la imaginación.
El muchacho se
dedicó entonces a moverse con los ojos cerrados. Sintió que escalaba los ríos y
nadaba en las montañas. Voló sobre las aves y se sentó en una nube. Desde allí,
el rey se veía más pequeño aún de lo que era y se distinguían, a lo lejos,
otros países con otras leyes. Aprendió de inmediato que con los ojos cerrados
veía mejor, y siguió jugando y creando. Se le ocurrió al rato poner lentamente
un pie delante del otro, y luego éste delante del primero y de esa forma movió
sus pies en lo sucesivo, como caminando. Sí, decididamente caminando. Pudo
incluso, para su sorpresa, caminar con los ojos bien abiertos y así lo hizo.
Paso a paso, pasito a pasito, se fue acercando al centro del pueblo.
En seguida, dos
guardias se acercaron al galope frunciendo el ceño mientras los labios se
deformaban para pronunciar las obvias palabras: Está prohibido caminar. Pero el
decidido muchacho siguió marchando. Los guardias se miraron entre sorprendidos
y asustados, y comenzaron a correr detrás del habitante desobediente. Pronto lo
alcanzaron y pronto también lo dejaron atrás. Estaban desconcertados.
Decidieron volver gateando a ver si así lo interceptaban, pero el atlético
habitante los sorteó de un salto y retomó su caminata. Después de las insólitas
y sucesivas idas y venidas que te podés imaginar, los guardias optaron por
caminar. Y exactamente así llegaron los tres al centro del pueblo: el muchacho
marchando al frente y los dos guardias reales escoltándolo detrás. Estos no
alcanzaron a arrestarlo, cuando notaron que el pueblo se estremecía a su paso.
Cuentan los que
saben – y los que no, recitan- que los habitantes de este país del que te
hablaba, hartos de saltitos y correteos, de ingeniosos mandatos y caprichitos,
se sumaron de inmediato al mini-desfile.
Miles de cabezas rapadas y gorritos de lana caminaban en hilera por el
colorido centro del pueblo (menos los bebés, claro, que no entendían nada de
nada).
Desde su torre, el
poderoso rey, entre sorprendido y asustado, observó la multitudinaria
procesión. Cerró los ojos, pensó un rato y decidió usar todo su ingenio para
meter su cuerpecito en un canasto rojo de mimbre y fugarse sin ser visto en el
lomo de un burro. Pero el animal no salió corriendo como supuso el pequeño rey,
sino caminando despacito, despacito, disfrutando de posar suavemente una pata
delante de la otra con lentitud.
En el largo exilio,
el rey abandonó los caprichos y perdió la realeza. Extrañamente, cuando por fin
salió del canasto, el ex-rey se sintió un poco más alto.
Los habitantes del
país del que te hablaba, sin rey y sin decretos, vivieron su vida decidiendo
por sí mismos qué camino tomar. Y el muchacho caminante vivió... como te lo
estás imaginando vos.
1 comentario:
Mi historia favorita! y es la última posteada! Mi encantó q los guardias tuvieron q caminar pa poder atrapar al joven ingenioso.
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